Díganme ustedes qué nombre le colocamos a esto… y no precisamente me refiero al parquecito. La alcaldesa Lesbia Castillo, con una mirada que mezcla decepción y determinación, se detuvo un instante para contemplar el lugar que debería ser un símbolo de esperanza y comunidad. El Parquecito de la Esperanza, recientemente rehabilitado con tanto esfuerzo y dedicación, ha sido víctima de actos vandálicos que asombran y entristecen a todos.
El hurtar los mangos de agarre de las máquinas de ejercicio no es solo un acto de robo; es un golpe a la ilusión de construir juntos la ciudad que soñamos. La alcaldesa, en su discurso cautivador, invitó a la reflexión: «Si vuelven a suceder este tipo de actos, retiro todas las máquinas de estos espacios y las coloco en otro lugar». Su voz resonó con fuerza, un eco de indignación que se extendió por toda la comunidad.
La pregunta es clara. ¿Estamos o no estamos juntos en la construcción de este sueño? El parquecito representa un anhelo compartido, un espacio donde cada uno de nosotros puede contribuir a nuestra salud y bienestar. Sin embargo, la falta de respeto hacia lo que hemos creado puede desmantelar todo lo que se ha logrado hasta ahora.
Hoy, más que nunca, necesitamos unirnos en defensa de nuestro patrimonio colectivo. Los llamados a conciencia de la alcaldesa no son solo palabras; son un llamado a la acción. Es necesario que cada uno de nosotros se convierta en guardián del Parquecito de la Esperanza, un símbolo que debemos proteger y valorar. Juntos podemos transformar la rabia en acción constructiva, asegurándonos de que este espacio siga siendo un lugar de encuentro y desarrollo para todos.
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